Cuando hablamos de ciencias ocultas, son muchas las personas que relacionan el concepto con el del
espiritismo, mediante el cual los espíritus de los fallecidos entran en contacto con los
vivos. Y si hay un elemento destacable en el mundo del espiritismo, es, sin duda, la Ouija.
La ouija o güija en español es un tablero, de madera o de cartón,
compuesto por letras y números, una supuesta herramienta fundamental para contactar con los
espíritus. Aunque algunas teorías explican que es una técnica que se ha utilizado desde antes de
Cristo, el tablero de la ouija nace durante el auge del espiritismo a finales del siglo XIX. La
patente está registrada con fecha del 28 de mayo de 1890, a nombre del estadounidense Elijah
Jefferson Bond como inventor y a William H. A. Maupin y Charles W. Kennard como titulares. Aunque
al principio se dijo que el nombre del tablero provenía del egipcio y significaba «mala suerte»,
William Fuld, empleado de Kennard y comprador de la patente, afirmó que, en realidad, sólo se
trataba de la unión de oui y ja, «sí» en francés y en alemán.
Para su utilización, se coloca encima del tablero de la ouija un vaso boca abajo
—aunque, la mayoría de las veces, el propio tablero incluye algún elemento circular para esta
función— y cada uno de los presentes en la sesión debe poner el dedo índice sobre éste. A partir de
aquí, se pretende el contacto con el espíritu, bueno o malo, lanzándole preguntas. Es entonces,
cuando, de repente, los participantes comprueban que el vaso bajo sus dedos se mueve «mágicamente»
hacia las diferentes letras y números que componen el tablero. Se dice que algunas de las personas
que han participado en este «juego» han llegado a contactar, no sólo con individuos fallecidos,
sino también con mascotas o hasta con seres de otro planeta.
Son justamente estos supuestos contactos con entes del más allá, e incluso
extraterrestres, los que hacen que la opinión de la gente sea contraria a creer en las verdaderas
posibilidades de esta actividad. Existen multitud de historias, conjeturas, experiencias dudosas y
leyendas acerca de diferentes sesiones de
ouija.
Personas que se han visto rodeadas de desgracia, gente que ha muerto durante o justo después de
estas sesiones, escenas tétricas... Sucesos paranormales que causan respeto y asombro, o bien sólo
consiguen generar incredulidad.
Científicos y entidades religiosas se encuentran totalmente en contra de la
práctica de esta actividad espiritista. Por un lado, la religión católica rechaza la ouija, no por
la supuesta falsedad de los testimonios y la incredulidad que genera, sino precisamente por las
secuelas que causa. Desde el cristianismo, se pide respeto a Dios y a los espíritus, y a mantener
la distancia con los poderes ocultos que parece encerrar el tablero.
Una de las críticas mejor argumentadas que se realiza a la ouija, viene dada por
el llamado Experimento de Bayou. Larry Bayou, profesor de instituto, tomó a un pequeño grupo
de personas y les vendó los ojos, impidiendo así que pudieran ver el tablero. Durante la sesión, la
copa de la ouija se movió por diferentes letras, pero no llegó a formar una palabra con
sentido.
Con este experimento, se llega a la idea del llamado «efecto ideomotor»
—estudiado en el trabajo del psicoanalista americano Daniel Wegner en La ilusión de la
voluntad—, basado en movimientos no reflejos involuntarios que el individuo percibe como
propio. Esto no es igual al movimiento de la pierna cuando golpeamos la rodilla, ya que es un tipo
de movimiento que no requiere estímulo externo. Así, durante la sesión de ouija, los participantes
moverían las manos hacia las respuestas, aunque se convencerían a sí mismos de que el movimiento
realizado no dependía de ellos.
No obstante, el propio Larry Bayou asegura que quizás la ciencia se equivoque.
Que, quizás, al tratarse de una situación diferente, también el resultado lo sea. Que, quizás,
cuando los participantes pueden ver el tablero, realmente conectan con los espíritus. Se establece
entonces un muro entre ciencia y espiritismo, que, a pesar de todos los argumentos en contra,
genera cierto pavor hacia la ouija y otras prácticas propias del ocultismo.