Una de las artes adivinatorias más utilizadas en la actualidad es la cartomancia, cuyo
elemento principal es una baraja de cartas. Esta baraja puede ser una especializada de tarot
(con 78 cartas en total) o Petit Lenormand (mazo compuesto por 36 cartas que, a pesar de su
nombre, se cree que tiene origen alemán, aunque es muy utilizado en todo el territorio francés y
holandés, entre otros países europeos), o una baraja de naipes convencionales.
Con la baraja se interpretan diferentes hechos, según las cartas que elige la
persona o aquel que realiza la adivinación, ya sean del pasado, del presente o del futuro. También
puede utilizarse para
descifrar los sueños
o el estado de ánimo y las emociones del sujeto.
Parece que podemos situar el origen de esta rama de la adivinación a finales de
la Edad Media, encontrando referencias a su uso en el siglo XV en Italia. La creación de la
primera baraja de tarot se le atribuye a Filippo María Visconti, duque de Milán desde 1412 a
1447.
Algunos ocultistas creen que la baraja de tarot bebe de diferentes simbologías,
desde el mundo egipcio —el clérigo suizo Antoine Court de Gébelin aseguró, sin evidencias y desde
la mera especulación, que la palabra «tarot» significaba en egipcio «camino real», y que debía
entenderse como un «camino real» hacia la sabiduría— y la mitología griega, hasta la Cábala, y que
cuenta con muchas referencias a un cristianismo algo diferente al de la Iglesia romana. Esto puede
verse en la imagen de la papisa y la gran importancia que se da en las cartas a los personajes
femeninos. Así, se podría decir que en esta baraja encontramos un símbolo diferente de la fe
cristiana, una filosofía que difiere del discurso general.
Es a partir del siglo XVIII cuando las cartas del tarot se asocian a la
cartomancia,
manteniendo una estrecha relación con la
magia
y lo místico. Fue el ocultista francés Jean-Baptiste Alliette o «Etteilla» quien diseñó el primer
mazo de tarot puramente esotérico, ayudándose también de la
astrología
y dando nuevos significados a algunas de las cartas. No obstante, a quien realmente se le considera
el «padre de la cartomancia» es a Eliphas Lévi, quien dio una nueva interpretación a las cartas,
más relacionada con la Cábala y los cuatro elementos de la
alquimia,
e ignoró las innovaciones y modificaciones realizadas por Eteilla.
Fueron las sociedades secretas y el brillo único de los Herméticos de la década
de 1840 —entre los que encontramos a Victor Hugo y a la Orden Hermética del Amanecer Dorado— los
que verdaderamente despertaron en la población el interés por el tarot como método
adivinatorio.
Una de las características principales de la cartomancia es que su método es
totalmente subjetivo, variando según el tarotista. Esto es también muy criticado, ya que al
no poder describirse con exactitud el sistema que se utiliza, se considera que es una técnica de
adivinación aleatoria e ineficaz. Pero la idea principal es la misma en todas las variaciones: Se
barajan los naipes al azar, se reparten boca abajo y se voltea un cierto número de ellas. La
interpretación dependerá, en la mayoría de los casos, no sólo del significado de la carta en sí,
sino de su posición en la mesa y con respecto a sus cartas adyacentes. De este modo, el
procedimiento se hace más complejo de lo que parece, y su interpretación será totalmente diferente
en cada tirada.
La cartomancia se encuentra muy extendida en el mundo actual, no sólo en las
consultas personales y telefónicas, sino también a través de Internet. Además, se considera un
oficio que mueve una gran cantidad de dinero, llegando a generar en países europeos como España o
Francia millones de euros al año.